domingo, 23 de mayo de 2010

Aprendí

Aprendí que mis amigos y familia son indispensables e incondicionales, y que me hacen sentir inmensamente feliz con sólo estar, va tanto más allá de las palabras.

Aprendí que la incomodidad dice algo, y si es con un otro aún más... Debes parar y escucharte, Dios pone en nosotros señales, y nos da también las respuestas, sólo hay que aprender a ver y sentir como nos habla.

Aprendí que lo simple y lo cotidiano es maravilloso y aluciante, pero que también lo extraordinario revitaliza, lo diferente te moviliza y te da nuevos aires pa ver lo cotidiano con otros ojos.

Aprendí que las pausas también son buenas, que te permiten parar, mirar, y si no va bien la cosa, puedes chillar, gritar, llorar, ver qué quieres y cómo lo quieres, sin saber bien qué quieres... de todos modos optas por avanzar respetando tu propio ritmo, aceptando el de los demás, reenfocándote hacia lo que te mueve, y sabiendo que simplemente tienes que confiar en que los puntos se unen, que Dios está presente en cada suspiro, en cada dolor, en cada desvío, en cada pausa y en cada nuevo comenzar, con él sientes el ritmo del corazón, de la vida y todo toma sentido.

Aprendí que hay un tiempo que no es tiempo, pues va más allá de lo temporal, va por dentro y tiene mucho más que ver con lo espiritual, es un tipo de guía hacia lo inexplicable de tu humanidad, aquello que va más allá de lo racional, de lo conciente y de la voluntad. Debes verlo, mirar pa los lados y reflexionar de qué modo quieres y necesitas avanzar, escucharte bien adentro, mirarte y decidir volar, a tu escala, a tu ritmo, con o sin otros y en qué dirección lo harás.